Florencia es una cuidad al norte de Italia, que fue, entre otras cosas, la cuna del Renacimiento. Su mayor esplendor fue bajo el dominio de Los Médici (ya me he enganchado a la serie de Movistar y os la recomiendo 100%). Llevaba con ganas de conocerla desde que era una adolescente. Es la ciudad del síndrome de Stendhal, pues estás expuesto a obras de arte a cada paso, la belleza se acumula en esta ciudad de calles bulliciosas, no hay ojos suficientes para tanta hermosura. La Piazza del Duomo, donde está la Catedral, el Campanille de Giotto, y el Battistero di San Giovanni (que parecen de cartón piedra de lo imponentes que son) es un buen comienzo.
A la Torre del Campanille podéis subir. Abstenerse los que tengáis miedo a las alturas o claustrofobia. Son 441 escalones hasta la cima. Y por supuesto no se os olvide comprar las entradas por Internet desde vuestras ciudades de origen, porque si no será imposible visitarlo. Florencia es también la ciudad de las colas. No te libras de esperar en fila india, aun habiendo comprado las entradas antes. Pero merece la pena, es un buen momento para refrescar o documentarte un poco sobre lo que vas a ver, y más ahora que el roaming nos asiste.
Mirad la maravilla del Baptisterio, con estos mosaicos que cuentan la Historia Sagrada.
«El nacimiento de Venus», de Sandro Botticelli, en La Galleria Uffizi, era uno de los cuadros que mas me apetecía ver. Celebra la idea fundamental de belleza, y representa los tres elementos esenciales de la materia: el aire, la tierra y el fuego. Pero sobre todo ¡es absolutamente maravilloso!
El río Arno atraviesa Florencia y Pisa.
Creo que uno de los momentos más emocionantes ha sido poder admirar «El David» de Miguel Angel, en La Academia, colosal, majestuoso, imponente. Cinco metros de mármol blanco de Carrara esculpidos por Miguel Angel Buonarroti, que pensaba que en cada bloque de mármol existía un alma. Trabajó día y noche durante más de dos años para terminarlo. Y a mi se me han caído las lágrimas mirándole. Sin remedio.
No dejéis de daros una vuelta por La Toscana, pueblitos llenos de encanto a 40 minutos de Florencia como San Gimignano, o Monteriggione, donde nos comimos una pasta al tartufo espectacular.
De vuelta a Florencia os puedo recomendar sitios chulos para cenar: Ristorante 13 Gobbi, la típica trattoria italiana, pero el que más me gustó fue, sin duda, La Ménagere, de ambiente súper cool, y cocina de vanguardia. Os enseño primero la trattoria:
Y La Ménagere, que es bistrot, con música, cocteles, floristería y un ambiente súper romántico.
A medio día podéis tomar un panino en la calle, una pizza, o ir a Braciere Malatesta
Y hasta aquí mi pequeño resumen de esta cuidad eterna que ya puedo tachar de mi lista de «imprescindibles» ❤️